Macondo, esa tierra mágica

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por Agustín Gribodo

...Ante la consulta periodística que lo enfrentaba con la hipótesis de vivir en una isla desierta con la sola compañía de un libro, Gabriel García Márquez no dudó en optar por la Biblia. Sucedió hace un par de décadas, y el autor de Cien años de soledad fundamentó la elección en cuestiones literarias: adjudicó al libro sagrado un carácter novelesco.
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...Eran tiempos en los que la informática apenas comenzaba a extender su red. Hoy, ante la misma hipótesis, es probable que García Márquez pidiera una laptop equipada con Wi-Fi. Con ella tendría acceso a una inmensidad de textos y también, por supuesto, a los contenidos de la Biblia.
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...El sueño de la biblioteca virtual, es decir, el acceso a los libros mediante el uso de Internet, no deja de ser atractivo por donde se lo analice. Las ventajas son indiscutibles tanto para el lector curioso como para quienes hacen de los libros una herramienta de investigación y estudio.
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...Otra cosa muy distinta es la pretensión de acceder a todos los textos de la historia. Esta idea, si bien tentadora, produce desconcierto desde el instante mismo de su concepción. ¿Por dónde empezar? ¿Cuál habría de ser el segundo título? ¿Cuántos años me llevaría leer las obras aparecidas únicamente en un mes de un año cualquiera? Y en todo caso, al tener todos los libros a mi alcance y elegir uno, ¿no me estaría perdiendo otros buenos libros?
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...Estos interrogantes me hacen pensar en la analogía que hay entre el onanismo y la lectura compulsiva. En el momento de la masturbación se está accediendo carnalmente a todas las mujeres del mundo, pero cuando se termina se cae en la cuenta de que no se tuvo relaciones con ninguna. Eso es lo que sucede con los lectores desaforados: por ambicionar la lectura de todos los libros no leen ninguno. Y no me refiero aquí al acto concreto de no leer sino al hecho de no comprender lo que se lee.
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...Algo parecido ocurre con la aceleración a la que nos empujan la publicidad y los medios. El ritmo vertiginoso que nos imponen nos lleva a vivir como si fuéramos espectadores de una cadena de flashes informativos. El conductor pone cara de juez y anuncia la violación de un menor a manos de un familiar, un cura o un maestro; inmediatamente sonríe y pasa a comentar el último romance de Pampita.
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...Así, fríos como quien mira el bombardeo de Guernica mientras saborea un pollo a la naranja, asistimos a la vida virtual. De a poco nos transformamos en adictos. Sentimos la necesidad morbosa de no perdernos nada. Nos acostumbramos a la desgracia de los otros. Miramos el dolor ajeno como si se tratara de un videojuego.
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...Por eso, pensándolo bien, no creo que García Márquez quisiera tener a su alcance todos los libros del mundo. Incluso en una isla desierta, a Gabo le bastaría con releer, de cuando en cuando y con su mirada de novelista genial, algunos pasajes de la Biblia o de Moby Dick. Sólo unos cuantos párrafos e imaginación alcanzarían para reinventar la vida, no la virtual y frenética que tratan de imponernos sino la otra, la única, la individual.
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...Por suerte, no todo está regido por la vorágine de la publicidad y los medios. Aún hay personas que pasan por la vida no para engullirla, sino para saborearla. Y ni siquiera necesitan acceder a todos los textos de la historia; les basta con releer de cuando en cuando Cien años de soledad, un libro que merece estar en el anaquel de los inmortales.
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