Pirandello, identidad y desaparecidos

En la antigua Grecia ser desterrado era una condena brutal, la más dura de las penas. Con ese castigo se perdían todos los derechos, entre ellos el derecho del hombre a ser dueño de su propia historia, de su origen y de su final. Sócrates prefirió la muerte al exilio. Pues qué es el exilio sino una de las formas de la desaparición: la pérdida de la identidad para aquel que lo padece... Y la pregunta sigue siendo: ¿cómo representar un drama inconcluso?

El director de la obra supone que con una escenografía adecuada, algunos cambios en las líneas y cierta unidad de acción todo puede ser posible. Pero los seis personajes de Pirandello siguen ahí, insatisfechos, incompletos, exigiendo ser ellos quienes representen su propio drama... No cabe duda: quiénes si no ellos serían capaces del gesto puntual, la pausa oportuna, el espanto preciso. Ellos son la historia y no existe actor que pueda sentir lo que ellos sintieron: ese exilio de la vida al que fueron forzados.

Los desaparecidos no son otra cosa que exiliados de la vida. Ellos, al igual que Sócrates, preferirían la muerte a la indigna y ambigua condición de “desaparecido”. Al menos la muerte nos da una idea acabada, certera, definitiva y absoluta de la desaparición física... Pero para morir hace falta tener identidad.

Vivir con identidad implica morir con identidad. Los desaparecidos no están muertos, porque para morir es necesario que el mundo sea testigo de ese final...; para morir hace falta quedar en los ojos de un hermano, de una madre, de un hijo...

Al igual que los seis personajes de Pirandello, miles de desaparecidos siguen ahí, esperando. Miles de personajes en busca de un autor y de un director. Miles de hombres, mujeres y niños diciéndonos éste soy yo, éstos somos nosotros buscando nuestra identidad hasta que la recuperemos, y pueda por fin bajarse el telón.

Agustín Gribodo.-

La desnudez de la poesía

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. . . . Mis hijos

Mis hijos,

A veces son mi padre y mi madre

Que lavan mis pies

Porque ando cansado

Y mis canas

Les cantan mis penas

Y mis ojos

A pobres poemas

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Algo mío en ellos quedará

Cuando yo me vaya

Ellos lo esparcirán.

Yaldo Leiva Ávalos

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. . Alguna vez el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal escribió que el primer rasgo cultural del hombre era visualizar su propia existencia en relación con el entorno, con la naturaleza. Para ilustrar esas palabras citó el poema de una campesina en el que la mujer contaba, a través de los versos, que estaba lavando ropa a la orilla del río mientras miraba pasar un bote en el que iba el hombre que ella amaba.

. . Cardenal destacó, además, la belleza simple y hasta rústica de ese poema. Y mencionó el esfuerzo superador que fue para esa poeta campesina, recientemente alfabetizada, visualizar su situación, es decir, pensar y describir con palabras su condición de lavandera enamorada.

. . A veces pienso que la poesía también se funda en esa desnudez de la idea y las palabras. Y que la trascendencia se alcanza de igual manera con la belleza genuina de las emociones simples. Eso se comprende cuando uno lee poemas como el del escritor peruano Yaldo Leiva Ávalos, que además es un excelente artista plástico (de él es la pintura que ilustra esta entrada).

Dardos para todos



De la fotógrafa Mariana Marziali recibí el Premio Dardos. Con este regalo se alienta a difundir valores estéticos y éticos. El compromiso que exige este obsequio es distinguir, a mi vez, a 15 personas que hagan, a su manera, un aporte a la cultura desde los blogs que editan. Por supuesto que la elección es subjetiva y hasta forzada ya que, sin duda, quedarán fuera de los 15 muchos que lo merezcan..., pero que figuran en la columna de la izquierda de Alejandría - Literatura para ver.


Gonzalo Gómez Montoro (Esp.) / Alberto Lago (Esp.) / Ricardo Rubio (Arg.) / Walter Iannelli (Arg.) / Helios Buira (Arg.) / Jorge Mato (Urug.) / Marcelo Sánchez (Arg.) / Roberto Giusti (Arg.) / José Lagorio (Arg.) / Yudit Vidal (Cuba) / Conrado Yasenza (Arg.) / Marcelo Ferrando (Arg.) / Vanesa Giordano (Arg.) / Luis Pérez Gay (Méx.) y Neogéminis (Arg.).


La dualidad de las ficciones

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En toda ficción literaria hay un condimento que está por encima del contenido y la forma, por encima del qué y el cómo. Ese “valor agregado” lo encontramos en la mirada del escritor y consiste, precisamente, en la visión que le permitió a Franz Kafka, por ejemplo, imaginar que un hombre común y corriente pueda despertarse una mañana convertido en insecto y, por ende, desatar una maraña de relaciones anormales y ambiguas en su ámbito familiar y social. Es, también, ese toque de genialidad que tuvo Juan Rulfo al crear una Comala infernal (muy distinta de la Comala real, en el estado mexicano de Colima) en la que “sólo viven los muertos”.


Ricardo Piglia menciona, en su Tesis sobre el cuento, una anécdota que Antón Chéjov registró en su cuaderno de notas: “Un hombre, en Montecarlo, va al casino, gana un millón, vuelve a su casa y se suicida”.


Lo ilógico de la situación planteada por el gran dramaturgo y cuentista ruso es el suicidio. Lo normal, después de ganar un millón, es llegar a casa, abrir una botella de champagne y festejar; sin embargo, el hombre de la anécdota se suicida. Este hecho no sólo plantea una contradicción inquietante, sino que además abre las puertas a una historia oculta.


El principio de una buena ficción literaria es contener esa dualidad movilizadora: lo que se manifiesta y lo que se esconde. “Un cuento siempre cuenta dos historias”, concluye Piglia. Y éste es un axioma que ningún hacedor de ficciones debe olvidar.

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Los que no llegan al Mundial de Fútbol


. . Cada cuatro años el mundial de fútbol nos acecha con su carga de especulaciones. Después, con el transcurrir de los partidos, nos empuja hasta la cima del éxtasis o hasta el abismo de la frustración. Pero detrás de los sueños y los desengaños que generan esos noventa minutos proyectados a lo largo de un mes, están las historias de aquellos que, aun con talento, jamás tendrán la oportunidad de competir por la gloria.
. . El Cachorro, así lo llamaban, era uno de esos seres anónimos que ni siquiera pertenecen a la ficción. Su historia es real y llegó a mis oídos como tantas otras en esta azarosa vida. Intenté ser fiel a la voz de quien me la contó en una sobremesa regada con buen vino y anécdotas, una noche de marzo en el oeste del Gran Buenos Aires. Si querés conocerla, con un solo clic podés hacerlo.

La pintura es del artista argentino Alejandro Marmo.
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Concurso de dramaturgia (micromonólogos)


Teatro por la Identidad convoca a una selección abierta de micromonólogos. Los materiales elegidos serán parte de un espectáculo integral, modular, montado sobre esa selección y sobre algunos otros textos encargados expresamente a algunos dramaturgos de trayectoria. La dirección del espectáculo estará a cargo de Daniel Veronese y la coordinación dramatúrgica será de Mauricio Kartun. La selección estará a cargo de los responsables artísticos y de Luis Rivera López, como representante de TxI.
La temática de los monólogos será acerca de la identidad en forma directa (es decir, acerca del tema de la apropiación de niños durante la última dictadura militar) o indirecta (que hable de la identidad en general). Asimismo, y para establecer un código común que unifique artísticamente más allá de lo anterior, los textos deben hacer referencia de alguna manera al teatro como actividad, espacio, arte u oficio (en sus personajes o trama).
Los trabajos deberán enviarse por correo electrónico y hay tiempo hasta el 15 de mayo de 2010. Para mayores datos, consultar las bases en la página de TxI.
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Consejos literarios para la mujer (III)

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He aquí otra entrega de la serie de “Consejos para una escritora en ciernes”. Esta suerte de manual sigue incrementándose con la honorable intención de ser útil al sexo débil (aunque personalmente no creo en la debilidad de ningún sexo). Esta vez, la ilustración pertenece a Gregorio Rosas Silva, artista mexicano cuyo blog se encuentra a un solo clic de distancia.

León Tolstoi y las novedades editoriales

. . Es cierto, para ser una buena escritora hay que ser, ante todo, una excelente lectora. Y si no me equivoco, el problema de toda mujer reside en el tiempo, es decir... en la falta de tiempo. Puestas a competir con el reloj, todas corren con desventaja. Los hijos, el marido, la casa, la comida, llegar a fin de mes, acordarse del vencimiento de las boletas... Si se agregan las horas de trabajo en la oficina o en la docencia, se está en condiciones de gritar ¡cartón lleno!
. . Como si no fuera suficiente, a veces, en alguna reunión social, aparece un hombre que declara haber leído la novela del momento, esa que está haciendo furor. El libro, obviamente, encabeza la lista de ventas, ya tiene reservados los derechos para la película y desató una polémica religiosa: en él se afirma que los días de Jesús en el desierto fueron cuarenta y tres, y no cuarenta, como se creía... No faltará entre los contertulios una mujer a la que le empieza a hervir la sangre mientras lo escucha con la más forzada de sus sonrisas. Claro, el entendido en best sellers ignora que ella es una postergada que hace veinticinco años se quedó en la tercera frase latina de “El nombre de la rosa” por culpa de un embarazo, del cual nació el hijo al que todavía hoy debe prepararle la comida y tenderle la cama.
. . Para qué negarlo, desde aquel entonces la vida de ella fue otra. Tuvo que cambiar la mesa examinadora por la consulta al obstetra, las lecturas pasaron del canon literario a la revista Ser Madre y el ideal de un mundo mejor fue a parar a la cocina... Como para no sentirse derrotada frente a un pedante que se vanagloria de conocer todo lo que se publica entre dos tapas.
. . Pero siempre hay que mirar el lado bueno de las cosas. Si algo se aprende entre ratones de biblioteca es que no por mucho leer se alcanza la sabiduría. Fue Tolstoi quien dijo que “hay personas que cruzan el bosque y sólo ven leña para el fuego”. En ese sentido, no es difícil descubrir que hay lectores voraces que no saben nada de la vida. Una mujer, con sólo haber cambiado pañales, sabe mucho más acerca de la obra de Dios que los académicos de la lengua... Además, es mejor una relectura minuciosa que deglutir sin ton ni son cuanto pasa por nuestras manos. Recuerdo que, en una de esas encuestas que se les hacen a los escritores, Gabriel García Márquez se vio enfrentado con la suposición de vivir el resto de sus días en compañía de un solo libro. Gabo no cuestionó la hipótesis ni dudó en hacer su elección: optó por la Biblia, y adjudicó al libro sagrado un carácter novelesco.
. . Lejos de polemizar sobre virtudes y defectos estilísticos de las Escrituras, creo que la respuesta de García Márquez demuestra que se puede, sin mayores dificultades, sobrellevar una vida entera con la lectura profunda de un gran libro. Por eso, en vez de forzar la sonrisa ante un presuntuoso que declara estar al día con las novedades editoriales, más vale mirarlo con misericordia. La profundidad no está en cuánto se lee, sino en qué se lee y cómo se lo lee. Visto desde este ángulo, se comprende lo mucho que el amor y la lectura tienen en común, tanto como las mujeres y los libros. Fue Tolstoi, otra vez, quien dijo que “el que ha conocido sólo a su mujer y la ha amado, sabe más de mujeres que el que ha conocido mil”. Y no seré yo quien opine lo contrario.

Agustín Gribodo.-

Juan Gelman: poesía, escritura, oficio


El sábado 23 de enero de 2010 se publicó en adn, el suplemento cultural del diario La Nación de Buenos Aires, una extensa entrevista que Rodolfo Braceli realizó con el poeta Juan Gelman. En ella, Gelman, a quien le fue concedido el Premio Cervantes en el 2007, vierte algunos conceptos acerca de su vida, la poesía y el oficio de escribir.
No sólo por la importancia de su obra y su palabra sino también por la plena madurez desde la cual se expresa, es interesante vislumbrar la visión de este gran poeta a través de unas grageas tomadas de esa entrevista:

. . .Trabajé en una fábrica de muebles y después en una casa de repuestos de automóviles, hasta que entré en el periodismo. Al mismo tiempo publicaba mi primer libro. Yo tenía 26 años… Cuando se lo llevé a mi mamá, me dijo: «¡De esto nunca vas a poder vivir!». Y tuvo razón, pero lo recibió con una ancha sonrisa.”

. . .Con un amigo, Marcelo, a los 17 años merodeaba por revistas literarias. Había un grupo de poetas que andaban por los 23, incluso habían publicado; se reunían en un café, les presentábamos poemas ¡y siempre desaprobaban los míos! Entonces un día dije esto no puede ser, tan malo no soy. Escribí uno y se lo atribuí a un poeta hebreo del siglo XII. Llegué al café y les dije: «Miren, traje este poema, no sé si lo quieren leer…» «Sí, sí, cómo no.» Se deshicieron en elogios. Ahí me di cuenta de varias cosas, y de la más importante: lo único que vale es la escritura. Nada más. Me di cuenta de toda la vanidad que rodea a toda esta historia.”

. . .Cervantes no sólo inventa palabras sino que también aconseja inventarlas. Esto es interesante porque hace unos años había varios poetas, españoles sobre todo, que decían que no había que lastimar el lenguaje; y es al revés… Porque desde que la gente empezó a hablar lo lastima cada día. Eso es así. Entre comillas, lo lastima.”

. . .Una vez, Juanele Ortiz estaba escribiendo un poema sobre el río Gualeguaychú y me dice: «Estoy con un problema». ¿Por qué? «Y bueno, porque hablo de mariposas... Mariposa es una cosa y mainumbí, en guaraní, es otra. Mainumbí vuela mucho mejor.» Ahí Juanele estaba planteando un tema muy importante, el de la música, el sonido y todo lo demás.”

. . .Hay poesía más afín a uno o menos afín. Hay grandes poetas que yo leo y no me tocan nada; no es culpa de ellos, es culpa mía. No hay que hablar de culpas en esto. Es una cuestión de afinidad espiritual, experiencia y todo eso.”

. . .La escritura de un poema empieza por el primer verso, y hay que poder encontrarlo. Y después ya sigue, sigue, sigue, sigue y cuando estás en un poema no es lo mismo que cuando lo terminaste o lo dejaste y lo ves desde otro lugar.”

. . .A mí lo que me interesa es el acto de la poesía, y siento que lo traiciono si me pongo a corregir mucho... Como el que escribe es otro, cuando yo corrijo siento que estoy corrigiendo a otro. Y eso no se hace.”
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Cuadernos del viudo (II)

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Abrí los ojos y ahí estaba el cielo raso; la luz del sol se filtraba por los postigos. Me quedé tendido hasta que una ráfaga de voluntad me empujó a abandonar la cama. Finalmente salí del dormitorio con la discreta esperanza de recuperar el tiempo.
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Antes, despabilarme era una ceremonia, un rito. Cuatro veces juntaba el agua fría en el cuenco de las manos y cuatro veces la arrojaba a mi rostro; luego me detenía en la imagen del espejo.
Ahora, mirarme dejó de ser un acto de reconocimiento: qué interés puede tener una cara sin afeitar, con ojeras como balcones y mejillas desinfladas.

Fui joven. No sé si atractivo, pero sí al menos joven y lleno de vida. Tenía proyectos; se notaba en la luz de mis ojos y la insolencia de mis actos. Jugaba con las palabras y decía cosas ingeniosas. Había que hacerse una personalidad, ser alguien. Hoy, apenas si puedo recuperar un poco de tiempo. Los sueños acompañan nuestra decadencia para transformarse en una formalidad.
. Agustín Gribodo.-

La escritura según...

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Osvaldo Soriano: “Quizás lo único que me propongo al escribir es quitarle a la literatura cierta solemnidad que tiene. Tengo poca relación con la crítica. Me importan los lectores, divertirme escribiendo y abrir un mundo que mezcle la aventura con la política y el humor”.



Italo Calvino: “El arte de escribir historias está en saber sacar de lo poco que se ha comprendido de la vida todo lo demás; pero acabada la página se reanuda la vida y uno se da cuenta de que lo que sabía era muy poco”.



Azorín: “¿Qué sería un escritor sin esa traba que le obliga a sutiles vueltas y revueltas para decir lo que no se puede decir? La técnica literaria sale ganando”.



Federico Jeanmaire: “Sé pocas cosas como escritor, pero una la tengo clara: hablo con cinco personas que me leyeron y a cada una le gustó algo distinto. ¿Para cuál de los cinco debería escribir? Cuando se escribe se está solo, y en esa soledad hay que tomar todas las decisiones. Por eso, escribir pensando en el lector me parece hasta demagógico. Eso sí, ciertas estéticas muy personales tardan un tiempo en encontrar a sus lectores”.
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Tres Poetas Tres


. . Al leer a algunos poetas descubro que la vitalidad no siempre está en los cinco minutos de éxtasis o iluminación, sino en otra cosa más mundana, más dolorosa. Es como si en cierto modo, y en el sentido pleno del oficio, el poeta fuera un pordiosero que va mendigando por el mundo y por las vísceras de su propia humanidad.

. . Haciendo honor al axioma de Nicanor Parra que dice que “poesía es todo lo que se mueve; el resto es prosa”, propongo tres poetas que no hacen prosa, que son inquietos... y que a la vez inquietan. Los tres son argentinos: Rolando Revagliatti y Alejandro Schmidt (constructores ambos de una vasta obra), y el joven Henríquez (así nomás, sin nombre), recientemente publicado por Ediciones de la Cultura.

HE SIDO EL ANCLA
He sido el ancla de mi mamá
y el “no se puede
seguir en lo que estábamos”
de mi papá.
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Él, en parte, pudo
seguir en lo que estaba.
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. . . (Rolando Revagliatti; libro Sopita -2008-)
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LEYENDO UNA REVISTA DE POESÍA
Y ese que habla del amor
y el otro que evoca la heladera
de su madre muerta
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una tras otra
las columnas de vocablos
como ejércitos volviendo del desastre
.
algo encuentro en el papel barato...
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Humo de sacrificios
o el gran porvenir de otra ilusión.

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. . . (Alejandro Schmidt; libro 60 poemas breves -2009-)
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DIFERENCIA O SEMEJANZA
Yo no tengo
Nada que ver con el Chino
Al que le pegaron 3 tiros
Justo antes
De juntar las 60 lucas
Para el terreno
Que quería.
Pero a su vez
Tengo
Más que ver con el Chino
Que con el resto
De este mundo.

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. . . (Henríquez; libro La cafetería de Phil -2009-)

¿Literatura peronista?


Hace un mes, el periodista y poeta Conrado Yasenza me pidió que participara con un artículo en la edición marzo-abril 2010 de La tecl@ eñe, revista digital que edita paciente y laboriosamente. El tema propuesto tenía que ver con la literatura política, más precisamente con la “literatura peronista”. Le manifesté a Yasenza mis reservas respecto del tema y la posibilidad de que mi opinión fuera contraria a la existencia de una literatura peronista. Me respondió que la amplitud de criterios era, sobre todo, lo que le interesaba a él como editor.
Si querés ver el artículo “¿Literatura peronista?”, sólo tenés que cliquear el título del mismo.
Para descubrir el contenido de La tecla eñe hacelo sobre el nombre de la revista.

Onetti, el escritor salvaje


. . Tanto el uruguayo Juan Carlos Onetti como el argentino Roberto Arlt son referencias obligadas en el desarrollo de la literatura que describe al habitante de las grandes urbes. En las obras de estos dos escritores viven personajes mezquinos, tristes, ambiciosos, asesinos, locos y, antes que nada, sinceros y crueles con los demás y con ellos mismos.
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. . Como si participaran de la filosofía de sus propios personajes, Arlt y Onetti no siempre han tenido gestos y dichos políticamente correctos. Tal actitud les granjeó el mote de “amargos” e “iconoclastas sociales”, cuando no de “salvajes”.
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. . Onetti nació en Montevideo, en 1909, y murió en Madrid, en 1994. A los 30 años de edad publicó su primera novela, El pozo, en la que aparecen las obsesiones que lo habrían de seguir a lo largo de toda su obra: incomunicación, desamor, amargura y el espejismo de la pureza que ofrece la juventud fugaz.
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. . En el excelente sitio ClubCultura.com se encuentra una página dedicada a este autor, que fue –y sigue siendo– uno de los grandes de la literatura latinoamericana. De esa página web extraje fragmentos de entrevistas que pintan de cuerpo entero el carácter confrontativo que lo convirtió en el escritor más polémico que haya dado Uruguay. La ilustración de esta entrada pertenece a Jorge Mato, un joven ilustrador que reside en Montevideo.

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–¿Qué función desempeña el intelectual en nuestra sociedad y cuáles son las actividades que, según usted, le corresponden?
. . . –No desempeña ninguna tarea de importancia social. Le corresponde tener talento.
–¿Qué medidas concretas estima necesarias para mantener viva la comunicación escritor-público?
. . . –Placer de reiterar: que el escritor tenga talento.

(Marcha, Montevideo 27.5.1960)

–¿Es vigente la soledad del escritor o habría que modificar el concepto en la actualidad?
. . . –Si la soledad significa lo que yo entiendo, contesto "vigentísima". Para todo ser humano, escriba o no. En caso contrario me adhiero espiritualmente a las peñas, las mesas redondas y los torneos con flores naturales.

(El Popular / Suplemento Cultural, Montevideo 26.1.1962)

–Si usted estuviera en mi lugar reporteando a Onetti, ¿qué le preguntaría sobre la literatura uruguaya?
. . . –Una monstruosidad.
–¿Y usted que contestaría?
0. . . –Que no es elegante hablar de los colegas.
–No me imagino al protagonista de una leyenda negra contestando eso.
. . . –Ahí está el error, no tengo nada que ver con esa leyenda.
–¿Cómo? ¿Entonces usted no es el laboratorista que toma a la gente como conejillo de Indias? ¿Una especie de experimentador sin escrúpulos, un retorcido a quien imputan las peores maldades?
. . . –No, no soy. Ni siquiera soy el alcoholista mujeriego de que habla el capítulo segundo de la leyenda.
–Sin embargo, se casó cuatro veces y desde que llegué se tomó sus buenos tres vasos de vino.
. . . –Solo con vino puedo aguantar los reportajes.
–¿Por qué escribe?
. . . –Escribo para mí. Para mi placer. Para mi vicio. Para mi dulce condenación.
–¿Cómo escribe?
. . . –Estupendamente.
Conteste con seriedad.
. . . –Sí, señora. No entendí la pregunta.
–Bueno, quiero decir si escribe con un plan que elabora previamente. Si sabe exactamente adónde va a llegar.
. . . –Sé qué va a pasar. No sé cómo va pasar. Si supiera cómo va a pasar no lo escribiría.
–¿Quiere decir que verdaderamente escribe para usted? ¿Que en una isla desierta escribiría?
. . .Escribiría.

(María Esther Gilio, La Mañana, Montevideo 20.8.1965)

–Bueno, yo creo que usted se niega al mundo. Y su literatura es un reflejo muy claro de su forma de vida... sus personajes desconectados de la realidad, moviéndose en un mundo distorsionado...
. . . –Primero tendría que preguntarle por qué cree que "su realidad" es "la realidad". Mis personajes están desconectados con la realidad de usted, no con la realidad de ellos. En cuanto al mundo distorsionado, concedo. Pero... o uno distorsiona el mundo para poder expresarse o hace periodismo, reportajes... malas novelas fotográficas.
–¿Se identifica con el protagonista de El pozo cuando éste decía: "Soy un hombre solitario que fuma en un sitio cualquiera de la ciudad"?
. . . –Sí, con éste y con muchos otros protagonistas. ¿Tampoco le contaron que el arte es una eterna confesión?

(María Esther Gilio, Marcha, Montevideo 1.7.1966)

–Usted fue revalorado por el surgimiento del «boom», al que se lo incorporó un poco retrospectivamente, pues su primer libro es de 1939. Durante ese tiempo, sin lectores casi, ¿para quién escribió? Dicho de otra manera: ¿necesita lectores? ¿Para quién escribe?
. . . –Le contesto lo que una vez Joyce le contestó a alguien que lo entrevistaba. Me siento en un extremo del escritorio, decía, y le escribo a la persona que está en el otro extremo. En el otro extremo está James Joyce.

(Alfredo Barnechea. Entrevista hecha en Montevideo, en 1973)
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Neruda, Chile... y a nacer de nuevo

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Por alguna razón que ignoramos, ciertos versos quedan en algún rincón de nuestra memoria para ser recuperados en momentos de angustia y dolor. En mi caso, cuando la fe decae, recurro a unos versos de Pablo Neruda: Estoy muerto, / estoy asesinado; / pero estoy naciendo / con la primavera / porque ha salido el sol. (...)
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Hoy, a una semana del sismo que castigó a Chile, y que aún conmociona con sus réplicas, creo que el mejor abrazo que se le puede dar al pueblo chileno es una voz de aliento en las palabras de Neruda. Vaya pues en el viento y por encima de la cordillera un poema del hombre que vio la luz en Parral, región de El Maule, un 12 de julio de 1904. ¡Y a nacer de nuevo, Chile, porque ésa es la ley de la vida!
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. . . .Silencio

Yo que crecí dentro de un árbol
tendría mucho que decir,
pero aprendí tanto silencio
que tengo mucho que callar
y eso se conoce creciendo
sin otro goce que crecer,
sin más pasión que la substancia,
sin más acción que la inocencia,
y por dentro el tiempo dorado
hasta que la altura lo llama
para convertirlo en naranja.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . Pablo Neruda

Receta para escribir una novela histórica

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1) Elegir una figura histórica, preferentemente polémica.
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2) Buscar en su biografía algún punto oscuro.
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3) En caso de no encontrar el talón de Aquiles, inventar una amante o un hijo no reconocido.
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4) Condimentar con una pizca de sospecha arrojada sutilmente sobre el padre de la figura elegida. (La bastardía de un prócer es una inagotable fuente de interés.)
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5) Alterar algunos hechos; por ejemplo: Manuel Belgrano intentó crear la bandera de Guatemala, pero le salió torcida.
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6) Mezclar todo durante 25 ó 30 capítulos.
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7) Dejar que la masa leve con un par de escenas eróticas protagonizadas, obviamente, por el prócer en cuestión.
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8) Publicar con un título sugerente: El lado oscuro de Castelli; French y Beruti, algo más que una amistad; Sarmiento y la maestrita yanqui que dio el mal paso...
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9) Servir con una promoción escandalosa y vender preferentemente en verano.
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El más pintado: Juan Alberto Núñez, por Carlos Terribili

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Erogasmo I
No importa, digo,
digo que no, que igual seguiré
pensando que voy hacia vos
y sos vos la que está aguardándome
como la mujer que espera a su amante.
Porque voy galopando
sobre cada una de estas palabras
para tomar tus pechos por asalto,
perderme
en la marea salitrosa de tu sexo
y gritar allí
el nombre
del primer hombre o mujer
que ha de darle continuidad
a esta historia.

Juan Alberto Núñez, más conocido en el oeste del Gran Buenos Aires como el Negro Núñez, falleció el 22 de enero de este 2010. Núñez fue uno de esos tantos escritores que no alcanzaron la trascendencia que otorgan las grandes editoriales, aunque su obra puede, sin pudor, estar entre las mejores. Sus libros, publicados en ediciones limitadas y con escasa difusión, abarcaron la novela corta (El títere y Ella) y el cuento (Hay tanta gente que se parece, Contracuentos y El telegrama), género este último en el que fue un verdadero especialista.
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Coordinó talleres literarios y fue solidario con todos los que alguna vez requerimos su consejo. También supo mantenerse fiel a las convicciones políticas que lo hicieron partícipe de organizaciones y proyectos culturales y sociales.
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Como curiosidad y muestra de la versatilidad de Núñez, el trabajo que se publica en la parte superior de esta entrada pertenece a una serie de poemas titulada Erogasmo, que fue publicada digitalmente con ilustraciones de Carlos Terribili y Rita Kafetzis. Precisamente a Terribili pertenece la ilustración que acompaña el trabajo publicado arriba, y que a la vez ocupó la tapa de la novela El títere.
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Para quien desee conocer acerca de Carlos Terribili y leer algo más de Núñez, sólo tiene que cliquear sus nombres.
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Consejos literarios para la mujer (II)



El texto que se reproduce a continuación fue publicado hace un par de años en el Suplemento de Verano del diario La Nación, de Buenos Aires. Junto con otros, conforman una serie de consejos para una escritora en ciernes. Esta suerte de manual sigue incrementándose en espera de ver la luz en forma de libro. Por ahora, con una ilustración original de Huadi y a modo de muestra, va esta segunda entrega:
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Proust y la pérdida del tiempo

. . . Si alguien quiere triunfar en el mundo del boxeo lo primero que debe hacer es buscar un gimnasio y comenzar a entrenarse. Del mismo modo, si una mujer desea convertirse en escritora, deberá pasar por un taller literario. Allí se templan los espíritus y se ponen a prueba las pasiones. Esas tertulias son el campo donde germinan las vocaciones o queda sepultada para siempre la semilla de una carrera que no fue... En este último caso no hay que desanimarse: siempre que las aptitudes del coordinador lo ameriten, se puede aprender a leer en voz alta, que no es poca cosa.
. . . Para asistir a esas reuniones iniciáticas se deben olvidar para siempre las lecturas de Gustavo Adolfo Bécquer y de Juana de Ibarbourou (conocida como "Juana de América" mucho antes de que Sandro alcanzara la fama continental). También hay que cuidarse de revelar que Poldy Bird estuvo entre las preferencias juveniles, y ni hablar de que cierta vez un par de lágrimas cayeron en las páginas de Corín Tellado, que por algo se llamaba María del Socorro.
. . . En cuanto a las relaciones humanas, lo mejor es apartarse de los hombres con ínfulas de literato, especie que abunda en los talleres. Estos sujetos no tienen escrúpulos a la hora de la conquista y hasta son capaces de decir, con falsa modestia, que "las mujeres bellas son para los hombres sin imaginación". Al hacerlo cometerán dos pecados: uno, hacerle creer a la principiante que los que carecen de imaginación son ellos cuando en realidad la estarán tratando de fea; el otro, no confesar que están parafraseando a Marcel Proust.
. . . A propósito, ¿qué habrá querido decir el franchute con eso de que las mujeres bellas son para los hombres de escaso vuelo? Puede que alguna mujer acepte sin más la frase en cuestión; pero lo cierto es que ninguna en su sano juicio aceptará involucrarse con un tonto por el solo hecho de que la consideren agraciada.
. . . Algo es seguro: las palabras de Proust no eran gratuitas. Primero, alguien que escribe miles de páginas en busca del tiempo perdido posee una imaginación descomunal, sobre todo si se tiene en cuenta que el tiempo es, esencialmente, irrecuperable. Segundo, el asma fue convirtiendo al gran novelista parisino, escuálido y de ojos saltones, en un enfermo crónico, motivo por el que su dieta no incluía los excesos carnales, al menos no con mujeres hermosas, siempre capaces de provocar emociones desmesuradas y accesos de tos. Aclarados estos dos puntos, no es descabellado pensar que Proust haya intentado con la frase en cuestión disimular su escaso afecto por las mujeres.
. . . Conclusión: los hombres que parafrasean a grandes escritores son asmáticos o, en el peor de los casos, carecen de la fantasía necesaria para decir algo interesante. También existe la posibilidad de que sufran ambas afecciones. Y no hace falta aclarar que en este último grupo se encuentran los talleristas más peligrosos: una cosa es relacionarse con un asmático y otra muy distinta es hacerlo con un asmático incapaz de elaborar una frase original.
. . . Para concluir, y retomando el tema del entrenamiento literario, el mejor consejo que puedo darles a las lectoras es que en los talleres dosifiquen la exposición del material. Lo más conveniente es entregar los trabajos a la crítica feroz de los contertulios sólo muy de cuando en cuando: un poema cada tres semanas; un cuento cada dos meses. Nunca hay que enamorarse de las propias obras y en lo posible se las debe presentar como borradores o escritos inacabados. Puede que Proust estuviera en lo cierto y así como las mujeres hermosas son para los hombres sin imaginación, las obras de arte también lo sean. En ese caso, la belleza sería un valor apreciado sólo por los tontos... y cualquier pretensión de lograr la perfección literaria se transformaría en tiempo perdido.
Agustín Gribodo

Tertulia

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Paul Auster: “El azar ejerce una gran influencia sobre mi obra. La muerte de un amigo mío al que atravesó un rayo cuando tenía sólo 14 años me marcó. Supongo que ésa es la explicación: todo puede cambiar de golpe”.



Vladimir Nabokov: “No pienso en lenguajes, sino en imágenes”.



Marcelo Birmajer: “Dios no es injusto; en un mundo entero de hombres felices no cabría la literatura”.



Ana María Shua: “Los más extraños experimentos literarios se fundan en una especie de realismo. La gente escribe literatura del absurdo y dice: «Bueno, pero la vida es absurda». También yo busco mostrar las vueltas de la vida, cómo de pronto te acaricia y luego te pega un sopapo”.
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La literatura juvenil de Fernando Sorrentino


Se podría decir que Una broma pesada, cuento que se transcribe a continuación, pertenece al rubro literatura juvenil. Pero con este trabajo de Fernando Sorrentino me sucede lo mismo que con algunos de Enrique Wernicke y las novelas de Sergio Aguirre: a pesar de que llevan el sello de “cuentos para niños” o “novela infantil-juvenil”, la calidad de esos trabajos excede las clasificaciones. Ergo, la buena literatura no reconoce límites generacionales.
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Según el juicio de sus amigos, en las ficciones de Fernando Sorrentino (Buenos Aires – 1942) hay una curiosa mezcla de fantasía y humor que discurre en un marco a veces grotesco y de razonable verosimilitud.
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Entre sus libros recientes se encuentran: Existe un hombre que tiene la costumbre de pegarme con un paraguas en la cabeza (2005), El regreso (2005) y Costumbres del alcaucil (2008). De sus obras para el público más joven pueden citarse La venganza del muerto (1997), Aventuras del capitán Bancalari (1999) y Burladores burlados (2006), entre otras.
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Asimismo es autor de dos libros de entrevistas, ya clásicos: Siete conversaciones con Jorge Luis Borges (1974) y Siete conversaciones con Adolfo Bioy Casares (1992), ambos reeditados en 2007 por Editorial Losada. Muchos de sus cuentos han sido traducidos a diversas lenguas europeas y asiáticas.

La imagen que ilustra esta entrada es un detalle de la obra La telaraña, de la artista argentina Susana Bonnet.

Una broma pesada

Esta mañana, cuando sonó el timbre del re- creo largo, yo me quedé en el aula, pues debía terminar una tarea que había dejado incompleta.
Para tramar alguna maldad en secreto, también se quedaron Beveretti y Campitelli, que se parecían en cuatro cosas: los dos eran altos, despeinados, rubios y traviesos.
Jugueteaban con una cosa negra y de- sordenada. Era una araña enorme, gorda y peluda, pero no verdadera, sino una araña de goma, de esas que se venden para gastar bromas.
Con sonrisas de perfidia, Beveretti y Campitelli colocaron la araña dentro del estuche de los anteojos de la señorita Mónica. La maestra era una mujer muy flaca y muy angulosa, con aspecto de desdichada. Yo le tenía mucha lástima, pues había oído contar que no se había casado por cuidar a su mamá paralítica, quien pasaba la vida en silla de ruedas. Aunque, de todos modos, ¿quién querría casarse con una mujer tan fea y tan miope como la señorita Mónica?
Pero, sea como fuere, yo no quería perderme el instante en que la señorita Mónica tropezase con la falsa araña.
De regreso en el aula, la señorita Mónica se sentó frente a su escritorio y, mirándonos a nosotros, extendió mecánicamente —como siempre lo hacía— la mano izquierda para buscar sus anteojos.
Al tocar, junto con los cristales, el cuerpo de la araña, tuvo que girar la cabeza para ver qué diablos era aquello.
Su expresión fue de enorme sorpresa:
—¡Oh! ¡Una araña! —exclamó—. ¡Mi plato preferido!
Y, sin calarse los anteojos, se llevó la araña a la boca y se puso a cortarle, con afiladas y exactas dentelladas, las patas, que fue tragando con voracidad. Así comió las ocho extremidades, los pedipalpos y los quelíceros. En seguida, aquellos afilados dientes blancos, que cercenaban a modo de guillotinas, se hincaron con precisión metálica en el abdomen y el cefalotórax.
En éxtasis de placer, con los ojos elevados hacia el cielo raso, la señorita Mónica fue masticando y tragando ciegamente la goma dura e indigesta. Y comía con tantas, con tantas ganas, que ni Beveretti ni Campitelli ni yo, ni nadie, nos atrevimos a desilusionarla, y por eso no le avisamos que, en lugar de una deliciosa araña de verdad, sólo se había comido una insípida araña de juguete.

El cuento según...

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Ana María Shua: “Cada cuento tiene su propia historia. Escritores tan disímiles como Abelardo Castillo y Fontanarrosa han dicho que no pueden empezar a escribir si no tienen claro el final. A mí no me pasa eso en absoluto. Voy andando por los caminos del cuento y son esos caminos los que me llevan hacia el final, los voy descubriendo mientras escribo”.



Adolfo Bioy Casares: “En Italia me preguntaron qué teoría había detrás de mis relatos y respondí que no había ninguna. Conviene que haya unidad de tiempo, o que el tiempo no se prolongue demasiado. El relato comprimido en el tiempo tiene más eficacia”.



Abelardo Castillo: “En el cuento no hay espacio para nada: hay que encontrar la palabra justa en el momento justo”.



Juan Rulfo: “Se trabaja con imaginación, intuición y una verdad aparente; cuando esto se consigue, entonces se logra la historia que uno quiere dar a conocer. Creo que eso es, en principio, la base de todo cuento, de toda historia que se quiere contar”.
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Consejos literarios para la mujer


El texto que se reproduce a continuación fue publicado hace un par de años en el Suplemento de Verano del diario La Nación, de Buenos Aires. Junto con otros, conforman una serie de consejos para una escritora en ciernes. Esta suerte de manual sigue incrementándose en espera de ver la luz en forma de libro. Por ahora, con una ilustración de Huadi y a modo de muestra, va este adelanto.

La valentía de Borges

. . . Hay mujeres a las que nunca les han rega- lado un poema en un bar. O por qué habría de ser en un bar. Quizá simplemente nunca les regalaron un poema. Los hombres son unos verdaderos crápulas. Y si alguna lectora sobrellevara esa penosa carencia de afecto lírico, lo lamento por ella y espero sinceramente que no caiga en la debilidad de la esperanza: no voy a ser yo quien rompa una tradición de machos hechos y derechos que pasaron sin dejar verso ni estrofa.
. . . Puedo, sí, hacer algo mejor. Por ejemplo, hablar de poesía; transmitir las enseñanzas que a golpes y desengaños acumulé durante medio siglo. Con eso encendería el genio de las musas donde hoy reina la oscuridad, y a la vez cumpliría con mis aspiraciones de boy scout.
. . . Pero que nadie se confunda, lejos está de mí la intención de alimentar complejos. En todo caso, la culpa es de esos tipos insensibles que pasaron por el living del alma femenina y sólo dejaron pelos en el desagote del corazón. O tal vez se trate de las rubicundas y regordetas profesoras de literatura. Quizá fueron ellas las que sembraron espinas en la ruta que los vates trazaron con la tinta de sus venas. "Poesía soy yo", parecía decir al frente del salón la señorita Stella Maris de la Inmaculada Virginidad. Y claro, así cualquiera terminaba por creer que la poesía era impoluta y tremendamente aburrida. Aunque esos resentimientos poco importan en este momento, cuando lo que urge es la misión redentora que me he fijado.
. . . Como primera medida, y para eclipsar cualquier protocolo que obstruyera el camino a las musas, hay que tener presente que hasta el dolor, para ser dolor, tiene que ser atenuado con una dosis de humor, ironía o sarcasmo. El mismísimo Jorge Luis Borges sintetizó esta enseñanza en un solo verso: "Ya no seré feliz. Tal vez no importa..." El viejo era un fenómeno, acababa de sentenciarse en vida y después le restó importancia. Y lo hizo como quien dice "se me cayó una moneda de cinco centavos, masí, que la levante otro". Eso, además de demostrar que el maestro era todo un valiente, es tener sentido del humor. Para decirlo en pocas palabras: la buena poesía no necesariamente debe ser formal y grave para obtener la certificación de calidad. Los grandes poetas también son aquellos que pasan sobre el barro de la existencia humana con una sonrisa, aun a pesar de estar hundiéndose en el lodo. Por eso, si existe una mujer a la que nadie le regaló un poema y el desprevenido que nunca falta le pregunta sobre esta cuestión, lo mejor sería que contestara, al estilo de los grandes maestros, que poetas eran los de antes; sobre todo, antes de que ella naciera.

Agustín Gribodo

La poesía según...

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Mario Benedetti: “Mis maestros fueron Vallejo, Neruda, Pessoa y Borges, a quien se le admira por sus cuentos pero se le quiere más por sus poemas, porque se muestra como era, un ser desvalido y frágil”.



Octavio Paz: “La poesía es conocimiento, salvación, poder, abandono. Operación capaz de cambiar al mundo... El poema es un caracol en donde resuena la música del mundo y metros y rimas no son sino correspondencias, ecos, de la armonía universal”.



Arthur Rimbaud: “Hay que ser vidente, hacerse vidente. El poeta se hace vidente por un largo, inmenso y razonado desarreglo de todos los sentidos”.



Juan Gelman: “Me parece que el único tema de la poesía es la poesía, y que en consecuencia puede hablar de todo, de política, de revolución, de huelgas, amor, abandonos, mientras sea poesía”.
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