La poesía según...

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Pablo Neruda: “El poeta no es un «pequeño dios». No está signado por un destino cabalístico superior al de quienes ejercen otros menesteres y oficios. A menudo expresé que el mejor poeta es el hombre que nos entrega el pan de cada día: el panadero más próximo, que no se cree dios. Él cumple su majestuosa y humilde faena de amasar, meter al horno, dorar y entregar el pan de cada día, con una obligación comunitaria”.



Mario Benedetti: “Un poema lo puedo escribir en un avión, en un fin de semana o mientras espero al destino”.

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Juan Gelman: “La realidad es compleja, y creo que uno también lo es. El tema no es buscar complejidad, la poesía no es una cuestión de voluntad y aunque habrá quien lo hace, en lo general no es cosa de buscar una expresión compleja o simple, sería un error. Lo que hay que buscar es lo que uno necesita expresar, la obsesión. Lo complejo es la poesía misma, en el sentido de que es inaferrable. Y la búsqueda de un milagro es lo que empuja a escribir”.
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El más pintado... Enrique Wernicke

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. . . .Confesión

...Yo tenía una amante fea y empezaba a aburrirme de ella. Pero durante aquel verano había llovido mucho y el jardín estaba precioso. Las plantas me consolaban, y los días se me iban sin pensar demasiado.
...Cuando llegó el otoño, despaché a la fea. Quedé solo un tiempo y luego volví a casarme. Era la tercera vez que intentaba la convivencia formal.
...No hay experiencia vital más aleccionadora que cambiar de mujer. La vida es cruel, dicen. Bueno, ya está. Hace tres años que vivo con una muchacha más estúpida que muchas otras. Y no sé cómo desprenderme de ella. ¿La mato?, ¿la tiro a la calle?, ¿abandono todo y desaparezco?, me pregunto todos los días.
...Pero también me pregunto quién ganará la octava carrera del domingo. Es que la vida es una sola pregunta sin respuesta.
...Paciencia. Hay que creer en la providencia. Tal vez un día de éstos, cuando suba a colgar la ropa, se cae de la azotea.
...Azotea, azotea... ¡Cómo no se me ocurrió antes, maldita sea!

Confesión pertenece al libro Cuentos, de 1968, volumen en el que, tal vez, se encuentran los textos más crueles de Wernicke. Hace un par de semanas recibí un mail de la hija de Enrique, María (excelente ilustradora), en el que me recordaba que ese día, 30 de agosto de 2009, se cumplían 41 años de la muerte del autor.
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Este no es un homenaje, algunos grandes no necesitan homenajes, ellos persisten en sus obras. De Enrique Wernicke hay una edición de sus cuentos completos publicada por Colihue en el año 2001. Quedan en la memoria las formidables novelas La ribera y El agua, hoy casi inhallables, y sus Sainetes contemporáneos (piezas para teatro). Como una deuda incomprensible de los editores, existe un diario inédito de unas 1500 páginas, titulado Melpómene, del que sólo se conocen algunos pasajes publicados hace muchos años en la revista Crisis.
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Por su originalidad, la obra de Wernicke puede ser comparada con las de Roberto Arlt y Felisberto Hernández. Su escritura es conmovedora y por momentos alcanza una síntesis extrema. (Ver, en este blog, Woody Allen y la originalidad de Wernicke.)
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La pintura que ilustra esta entrada, La azotea de Valle, pertenece a Francisco Vera Muñoz, artista nacido en Córdoba, España, en 1978. De él pueden apreciarse otras obras (con un solo clic) y comprobar cómo, a pesar de su juventud, posee un claro dominio del color y la luz en un realismo de espacios abiertos.
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La novela según...

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César Aira: “Esas cien paginitas que suelen tener mis novelas son tres o cuatro meses de trabajo. Pero si lo logro mantener y si la idea inicial fue fecunda y todo funcionó, sale y quedo contento”.



Abelardo Castillo: “En la novela hay algo que va a suceder, que no está muy claro. La situación es vaga, brumosa. El camino se irá haciendo al caminar”.



Claudia Piñeiro: “El padre de mis hijos es arquitecto, por eso escuché muchos años hablar del tema. Hay algo en la construcción de un edificio que se relaciona con el armado de una novela. Hay cuestiones estructurales, estilos, decisiones estéticas y funcionales que se repiten en la literatura. Siempre me interesó ese paralelismo”.
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Apuntes de una literatura en conflicto




Sarmiento
Echeverría
Arlt
Mallea
Sábato
Borges...



Partiendo de la dicotomía “civilización y barbarie”, y a pedido de la revista cultural La Tecl@ Eñe, Agustín Gribodo desgranó unos apuntes acerca de la historia literaria argentina, una historia marcada por la grieta de un país siempre propenso a las antinomias. Lo que sigue es el comienzo de esos pensamientos, y a continuación se puede acceder al texto completo:

.. . "Así como la historia no es monolítica, la literatura tampoco tiene una dirección única ni puede ser comprimida en un corpus de carácter “nacional”. Aunque sí existen características que hacen a la idiosincrasia de un pueblo y que, inexorablemente, se proyectan en el pensamiento y las obras de los artistas.
. . . "Y es la literatura la rama del arte que más estrechamente está ligada a la historia de un pueblo, pues por medio de la literatura se pueden desarrollar (en el texto teatral, el cuento, la novela y la poesía épica) líneas de pensamiento que interactúan con los hechos que forman el pasado y el porvenir de ese pueblo, ya sea de manera explícita o alegórica.
. . . "De ningún modo –conviene aclararlo– estoy hablando de la “historia novelada”. Lo que se intenta establecer en estos apuntes es la conexión profunda de la literatura con un pueblo, o mejor dicho, con la historia de ese pueblo."

(Ir al artículo completo) .

El símbolo: arte y realidad

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Todo símbolo es la representación de una realidad y, por ende, la realidad encuentra en el arte el espejo alegórico más profundo. Pero también la realidad puede ser un símbolo del hombre, así suelo pensar cuando enciendo el televisor o abro el diario por las mañanas. Así también lo creyó Carlos Marini cuando realizó la monocopia y collage que ilustra esta entrada, a la que tituló, precisamente, El diario de la mañana.
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Cuál es el símbolo y cuál la realidad. Al parecer, los poetas Carlos Kuraiem, Beatriz Pico y Ricardo Krakobsky se hicieron esa pregunta al escribir sus versos. Uno desde la luz; otra desde la página en blanco; el último desde un barco de papel. Los tres han dejado un símbolo de la palabra, que al fin y al cabo es la realidad de los poetas.

Kilómetros de silencio
medianías del cuarenta y tres
donde aprendo a escribir y a leer todos los días
kilómetros achicados por los pensamientos
me acompañan canciones
. . . . . . . . . . . . . . . . . recuerdos...
¡La música lata de mis versos!
Kilómetros donde canta el mixto
y yo enciendo la luz
para que alguien la vea.
(Carlos Kuraiem; “Kilómetros”, del libro De laúdes y mistoles – 2006)

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Es un silencio.
Su blancura,
más que el absoluto
del silencio.
Una página en blanco
–pretenciosa de persistir en blanco–
es un alerta:
¡Cuidado! ¿Qué sobre mí
vas a decir al mundo?
Entonces la blancura
nos pone de patitas en la calle,
o el miedo nos conduce del brazo
–pobres pacientes de loquero–
a tomar sol al patio.
No más páginas blancas:
Aunque sea una sola palabra:
. . . . . . . . . . escapo, escapo, escapo.

(Beatriz Pico; “Una página en blanco”, del libro El ciervo y otros poemas - 2007)


Los días suelen llegar en remolino.
Entonces ese
que entibia el espejo
decide doblar este papel en cuatro
para darle forma de
embarcación
y salvarse del naufragio.

(Ricardo Krakobsky; “Embarcación”, del libro Vértebras los días – 2009)