Decálogo del escritor (por Augusto Monterroso)


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Augusto Monterroso (1921 - 2003) no sólo fue un gran maestro en el terreno de los minicuentos o microrrelatos. Este escritor hondureño, que residió casi toda su vida en Méjico, también fue un maestro de la ironía y el humor, condición que enriqueció su obra. El ingenioso decálogo de su autoría así lo demuestra:
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1) Cuando tengas algo que decir, dilo; cuando no, también. Escribe siempre.
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2) No escribas nunca para tus contemporáneos, ni mucho menos –como hacen tantos– para tus antepasados. Hazlo para la posteridad, en la cual sin duda serás famoso, pues es bien sabido que la posteridad siempre hace justicia.
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3) En ninguna circunstancia olvides el célebre díctum: "En literatura no hay nada escrito".
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4) Lo que puedas decir con cien palabras dilo con cien palabras; lo que con una, con una. No emplees nunca el término medio; jamás escribas nada con cincuenta palabras.
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5) Aunque no lo parezca, escribir es un arte; ser escritor es ser un artista, como el artista del trapecio, o el luchador por antonomasia, que es el que lucha con el lenguaje; para esta lucha ejercítate de día y de noche.
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6) Aprovecha todas las desventajas, como el insomnio, la prisión o la pobreza; el primero hizo a Baudelaire, la segunda a Pellico y la tercera a todos tus amigos escritores; evita pues, dormir como Homero, la vida tranquila de un Byron, o ganar tanto como Bloy.
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7) No persigas el éxito. El éxito acabó con Cervantes, tan buen novelista hasta el Quijote. Aunque el éxito es siempre inevitable, procúrate un buen fracaso de vez en cuando para que tus amigos se entristezcan.
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8) Fórmate un público inteligente, que se consigue más entre los ricos y los poderosos. De esta manera no te faltarán ni la comprensión ni el estímulo, que emana de estas dos únicas fuentes.
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9) Cree en ti, pero no tanto; duda de ti, pero no tanto. Cuando sientas duda, cree; cuando creas, duda. En esto estriba la única verdadera sabiduría que puede acompañar a un escritor.
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10) Trata de decir las cosas de manera que el lector sienta siempre que en el fondo es tanto o más inteligente que tú. De vez en cuando procura que efectivamente lo sea; pero para lograr eso tendrás que ser más inteligente que él.
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11) No olvides los sentimientos de los lectores. Por lo general es lo mejor que tienen; no como tú, que careces de ellos, pues de otro modo no intentarías meterte en este oficio.
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12) Otra vez el lector. Entre mejor escribas más lectores tendrás; mientras les des obras cada vez más refinadas, un número cada vez mayor apetecerá tus creaciones; si escribes cosas para el montón nunca serás popular y nadie tratará de tocarte el saco en la calle, ni te señalará con el dedo en el supermercado.
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(El autor da la opción al escritor de descartar dos de estos enunciados, y quedarse con los restantes diez.)
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. . . . . . . . . . . . . . . . . . .Ver más sobre Augusto Monterroso
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Hay más cosas en el cielo y en la tierra

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METAFÍSICA
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con mi hijito
paseamos por el cementerio
y me pregunta
¿qué hacen los muertos?
Están acostados sin moverse
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¿todo el día?
Sí querido, todo el día
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y a la noche ¿se pueden mover?
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No sé
nunca vine de noche
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vengamos una noche, papi
vengamos una noche
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dijo
y siguió con su bici
entre los panteones.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Alejandro Schmidt
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De acuerdo con sus raíces griegas, la palabra metafísica significa “lo que viene después de la naturaleza”, es decir, “lo que está más allá de lo físico”. Y según lo que me ha comentado Alejandro Schmidt, este poema es la transcripción literal de la charla que mantuvo con su pequeño hijo, una mañana de visita en el cementerio.
La virtud de esta breve joya –cuyo autor nació en 1955 en la ciudad cordobesa de Villa María, donde reside actualmente– consiste en mostrarnos, de un modo simple y directo, la visión natural de los niños respecto del mundo, una visión que con el paso del tiempo y la (de)formación vamos perdiendo. Es como si, emulando una escena de Hamlet, el pequeño hijo le dijera al experimentado padre: “Hay más cosas en el cielo y en la tierra de las que ha soñado tu filosofía”.
Alejandro Schmidt tiene una vasta obra publicada en una veintena de libros (Metafísica pertenece a En un puño oscuro, publicado en 1998). Es además periodista cultural y dirigió la editorial Radamanto. Con un clic se puede acceder a sus blogs y conocer la tarea de difusión cultural de este intelectual cordobés.
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La composición fotográfica que acompaña esta entrada, se titula Fantasía y pertenece a Roberto Bernabitti, vecino de San Antonio de Padua, en el oeste del Gran Buenos Aires, quien, además de dedicarse al cine y la fotografía, cultiva el infrecuente gusto por la amistad.
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La escritura según...

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Jorge Luis Borges: “Cada tema tiene su estética. Cada tema nos dice si él quiere que lo escribamos en verso, en forma clásica, en verso libre, en prosa... Creo que la estética es dada a cada tema”.



Abelardo Castillo: “Cuando sentís por primera vez la necesidad de escribir, lo sentís como algo irrevocable. Para algunos escribir puede ser un hobby... Es decir, para mí, dibujar puede ser un hobby, un entretenimiento; para Carlos Alonso, una fatalidad, una elección”.



Federico Jeanmaire: “No se trata de inventar nada. Pero si tu vida gira alrededor de escribir el día entero, no es para repetir lo que ya escribieron otros, sino para buscar algo y apropiártelo de un modo personal”.



Adolfo Bioy Casares: “Escribir me cuesta trabajo. Si bien cuando concluyo un libro creo que ya sé escribir y que escribiré el próximo rápidamente, cuando lo empiezo tengo las mismas dificultades de siempre y debo descubrir cómo escribirlo”.
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El Creyente

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. . . En ciertas ocasiones nos invade la tentación de escribir palabras en la arena; tal vez con la pobre ambición de grabar en el mármol nuestro nombre. Así, tras la ilusión de decir algo, vamos perdiendo tiempo y verticalidad (como si los días de un solo hombre valieran el intento).
. . . Garabatear sobre la arena es trabajo de héroes. La grandeza consiste en saber que la palabra será absorbida por la fuerza del mar y aun así escribirla. La inmortalidad es saberse polvo eternamente sujeto a la marea y seguir creyendo en la importancia de decir algo, como si se tratara de un rezo en el vacío de la noche.
. . . De todos modos, luego de unos pocos años el trabajo termina y nadie –ni siquiera uno mismo– recordará si valió la pena el intento.

Agustín Gribodo.-

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El cuento según...

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Adolfo Bioy Casares: "El cuento de final a toda orquesta tiene algo falso. Hay una reacción justificada contra eso; pero hay que tener cuidado también de no dejar la sensación de: y bueno, ¿qué? El ideal es no subrayar demasiado las cosas, pero en el final hay que dejar que todo se entienda. Hay que saber decir sin subrayar".



Gilbert K. Chesterton: "Lo primero y principal es que el objetivo del cuento de misterio, como el de cualquier otro cuento o cualquier otro misterio, no es la oscuridad sino la luz. El cuento se escribe para el momento en el que el lector comprende por fin el acontecimiento misterioso, no simplemente por los múltiples preliminares en que no. El error sólo es la oscura silueta de una nube que descubre el brillo de ese instante en que se entiende la trama. Y la mayoría de los malos cuentos policíacos son malos porque fracasan en esto. Los escritores tienen la extraña idea de que su trabajo consiste en confundir a sus lectores y que, mientras los mantengan confundidos, no importa si los decepcionan. Pero no hace falta sólo esconder un secreto, también hace falta un secreto digno de ocultar. El clímax no debe ser anticlimático. No puede consistir en invitar al lector a un baile para abandonarle en una zanja".



Mempo Giardinelli: "La sabiduría de todo buen cuentista también consiste en saber que los mejores cuentos de la literatura universal dependen, en última instancia, de la temperatura emocional que sea capaz de transmitir lo narrado. Todo buen cuento debe tocar alguna fibra íntima del lector".
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Arlt y la inutilidad de los libros


EL ESCRITOR COMO OPERARIO


. . . Si usted conociera los entretelones de la literatura, se daría cuenta de que el escritor es un señor que tiene el oficio de escribir, como otro de fabricar casas. Nada más. Lo que lo diferencia del fabricante de casas, es que los libros no son tan útiles como las casas, y después... que el fabricante de casas no es tan vanidoso como el escritor.
. . . En nuestros tiempos el escritor se cree el centro del mundo. Macanea a gusto. Engaña a la opinión pública, consciente o inconscientemente. No revisa sus opiniones. Cree que lo que escribió es verdad por el hecho de haberlo escrito él. Él es el centro del mundo. La gente que hasta experimenta dificultades para escribirle a la familia, cree que la mentalidad del escritor es superior a la de sus semejantes y está equivocada respecto de los libros y respecto de los autores. Todos nosotros, los que escribimos y firmamos, lo hacemos para ganarnos el puchero. Nada más. Y para ganarnos el puchero no vacilamos a veces en afirmar que lo blanco es negro y viceversa. Y, además, hasta a veces nos permitimos el cinismo de reírnos y de creernos genios...
Roberto Arlt murió en 1942 y este texto podría haber sido escrito ayer sin que por ello perdiera la actualidad que tuvo cuando lo escribió el autor de Los siete locos. Cuando hoy uno descubre tantos escritores devenidos en escribas que opinan sobre política, religión y arte culinario, no puede hacer menos que admirar la sinceridad de Arlt en el aguafuerte porteña La inutilidad de los libros, a la que pertenece el texto de esta entrada. Salud, don Roberto.
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