Concurso: Prosa poética para mayores de 50


En una época en la que muchos certámenes literarios se realizan exclusivamente para menores de 40 años de edad (como si un escritor no pudiera ser “revelación” a los 50 o a los 60 años, o como si todos los escritores debieran estar consagrados a los 41), el grupo literario Buscando un Río convoca a un concurso de prosa poética para mayores de 50 años.
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Este certamen se realiza para celebrar el tercer encuentro poético “Padua es una rosa”, que se celebrará en junio de 2010 en la localidad de San Antonio de Padua, oeste del Gran Buenos Aires.
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Las bases y condiciones pueden ser consultadas en la página web del Centro Cultural de Padua.
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Poesía sin corbata: viejas y nuevas lecturas


Cierta vez a Pablo Neruda le criticaron el uso de la palabra “patitos” en uno de sus poemas. El autor chileno respondió que mientras existiera la palabra “patitos” y la poesía se hiciera con palabras, él habría de seguir escribiendo “patitos” en sus poemas.
La anécdota, tal vez no exactamente igual a como aparece en mi recuerdo, figura en el libro de Neruda Memorias, confieso que he vivido, y se contrapone a la idea formal que muchos lectores (poetas incluidos) tienen de la poesía.
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El lugar común no sólo aparece en la rima gastada y en expresiones utilizadas hasta el cansancio, sino también en el modo de ver y comprender la creación poética. Los lectores deberíamos sacarle a la poesía ese manto sagrado con el que secularmente la hemos cubierto..

Quizá sea la ausencia de amplitud mental o la falta de nuevas lecturas. Y con esto no quiero decir que que sólo hay que leer autores jóvenes: vaya como muestra un brevísimo poema del portugués Fernando Pessoa (1888 – 1935), a quien ya no puede adjudicársele el pecado de la juventud:

Poco me importa.
¿Poco me importa, qué?
No sé: poco me importa.

Walter Iannelli y Rolando Revagliatti de quienes transcribo a continuación sendos poemas, son una clara señal de la adaptación de la poesía al cambio de los tiempos. Lo hicieron en su momento creadores como Pablo Neruda y Fernando Pessoa (este último aparece arriba en la imagen), y lo hacen hoy muchos otros.
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. . Walter Iannelli (Bs. As., 1962) es editor, periodista cultural y escritor. Publicó, entre otros libros, Alguien está esperando (cuentos), Sanpaku (novela), Zumatra y la mecánica de tu corpiño (poesía) y Metano (cuentos). Edita el blog Sinécdoque:

Un día en Zumatra

Un día en Zumatra
sin piel que cubra las cosas
sin bisagra.
Un día en Zumatra para comprar
flores sin destino

un río un mapa un zumatrino.

El corazón media en sus
raíces y no hay
cómo detenerlo.
Las nubes, por ejemplo, están.


. . Rolando Revagliatti (Buenos Aires, 1945) tiene entre sus últimas publicaciones los libros de poesía Trompifai, Corona de calor, Sopita y Del franelero popular. Su sitio web es http://www.revagliatti.com.ar/ :

Mar del Plata

Boca abajo en la playa
codos en la arena
Mecha, divertida

Muy en segundo plano
a la izquierda
agua y gente
A la derecha
gente y casino

Eduardo, bastante tostado
Los dos, lindos

Los minicuentos de Ricardo Rubio


El jueves 3 de diciembre de 2009, a las 19, se presentará el libro Minicuentos grises, de Ricardo Rubio, en la sala Augusto Cortazar de la Biblioteca Nacional, en la ciudad de Buenos Aires.
Editado por el sello Antares, el libro cuenta con las ilustraciones de Rubén Pergament.
A continuación, como para entrar en clima, un minicuento gris de Rubio:

. . . Revancha

La dejó sola frente al juez de paz y se fue con otra que por otra abandonó al poco tiempo. Eso recordaba ahora con el tierno pensamiento de un niño asomado a la distancia. Miró a la loca del bar y pidió una botella. Desde entonces, el ocio del negocio lo consumía y el alcohol le agotaba las monedas, la garganta y le arrobaba del rostro. Un albur alborotado lo sumía en el fárrago atroz de una existencia llena de vacío y destiempo. Estaba recordándola cuando ella entró al local con una blusa ingenua y una pollera a dos aguas. Se miraron como en los viejos tiempos. Él sintió que lo buscaba; ella, que lo había encontrado. La mujer se detuvo sumisa ante su mesa y comparó el recuerdo con lo que estaba viendo. Ella sabía que él seguía en el oficio; se sentó, abrió la cartera y le mostró la foto de un fulano y un fajo de cinco que no ocultó hasta terminar con los detalles. Mirándola, él recordó la ingeniosa ingeniería de aquel cuerpo abierto a su última sonrisa, ahora mudo para él. Ella miró su reloj y ajena le dijo: “ahora”. Él consintió, se incorporó, se acomodó el treinta y dos todavía caliente de un asunto previo, y salió hacia la calle, dejándola allí, sumida en el ruido de la máquina de apuestas. Circuló por la avenida y encontró al candidato estacionado en la puerta del club donde ella le dijo que estaría. Se detuvo y caminó hacia el auto con el arma en la diestra. Al llegar, desde el asiento trasero le dispararon tres veces en el pecho. El humo aún recorría el silenciador cuando la mano enguantada del otro lo separó del caño. Media hora después, el sicario entró al bar, buscó a la mujer, se acercó a su mesa y reclamó el fajo de cinco, unos besos y, ya que estaba, una friega.
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La novela según...

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Gabriel García Márquez: "Un crítico escribió que con Cien años de soledad yo intentaba una metáfora del hombre moderno y su sociedad enferma. Y no es así. Yo quise exclusivamente contar la historia de una familia que durante cien años hizo todo lo posible por no tener un hijo con cola de cerdo y que, precisamente, por las medidas que tomaron para no tenerlo, terminaron teniéndolo. En síntesis, ése es el argumento del libro; pero eso de simboli­zar... Alguien que no es crítico decía que proba­blemente el interés que el libro había despertado era porque por primera vez se cuenta realmente la vida privada de una familia de la América Latina"



César Aira: "Me parece que la novela de hoy en día, en la Argentina por lo menos, se está haciendo cada vez más estereotipada, más convencional, de un realismo más chato. Es una corriente de una especie de sencillismo o de facilismo, que es lo dominante ahora".



Paul Auster: "La verdad es que no me considero un novelista. La novela entendida al modo de Stendhal, como un fresco realista o un espejo al lado del camino, no me interesa y además no es mi tradición. Esa tradición de la novela decimonónica me queda muy lejos. Yo me veo más bien como un relator, un fabulador: estoy lleno de historias. A mí lo que me apasiona es contar historias".
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Diálogos: esas voces de la literatura

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. . . Un diálogo bien logrado define el carácter de los personajes. El modo y las palabras elegidas revelan no sólo la voz de quien habla, sino también las intenciones y los estados de ánimo. De ahí la importancia que adquiere su buen uso, que no siempre requiere la interacción verbal de dos personajes. Tampoco se trata de llenar líneas con verborragia hueca. A su vez la acción también es una forma de diálogo... Y al fin y al cabo, hasta el monólogo interior es comunicación en la que intervienen dos términos: por un lado, el personaje emisor y, por el otro, el mismo personaje u otro, o incluso el lector.
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Cuando se habla de las voces en una obra literaria, vienen a la memoria novelas y cuentos que son muestras acabadas de la destreza y la hondura de su autor. Son muchos los ejemplos que podrían citarse, e imagino que cada quien tiene los suyos. Entre mis preferidos aparecen como paradigmas Pedro Páramo, novela de Juan Rulfo, y Torito, cuento de Julio Cortázar.
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. . . Y para dar una claro ejemplo del buen empleo de este recurso puede leerse (debajo de estas líneas) Escena en movimiento, breve cuento de Mario Capasso en el que la voz y la acción son una unidad indisoluble, así como la síntesis perfecta del personaje en cuestión. Este escritor argentino nació en 1953 y reside en Villa Martelli, localidad del Gran Buenos Aires. Ha publicado, entre otros libros, El futuro es un tropel absurdo y Piedras heridas (cuentos), y El edificio (novela). Para conocer más de él, se puede ver su página web.
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. . . La pintura Calles de Nueva York, que ilustra esta entrada, pertenece al artista español Ernest Descals, nacido en 1956. Con un clic se puede saber más sobre él.
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Escena en Movimiento (de Mario Capasso)

Un hombre sube a un taxi, a poco de andar el taxista lo reconoce y se lo hace saber, que lo vio anoche, le dice, que en realidad lo ve todas las noches, y que nadie lo moleste a esa hora porque lo mata, que está muy bueno el programa, que lo ve desde que empezó, al principio porque le gustaba a su mujer pero luego él también se enganchó, que su personaje es, lejos, el mejor de todos, y está seguro que de un momento a otro va a descubrir que su madre no es su madre, que se va a casar con Elena finalmente, y que ese Garrido las va a pagar todas juntas, qué, cómo, ah, que Garrido es usted, no puedo creerlo, uh, qué chambón que soy, cómo pude confundirme si anoche vi el programa, en realidad lo veo todas las noches, largo el taxi y llego a casa y mientras como algo lo miro, se lo juro, muy bueno, che, muy bueno el programa, desde que empezó que lo vengo siguiendo, y estoy seguro que Daniel va a descubrir de un momento a otro que su madre no es su madre y que al final se va a casar con Elena, y van a ser muy felices, la pareja más feliz del mundo, mal que te pese a vos, Garrido, hijo de puta.