El cuento según...

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Abelardo Castillo: “Hay autores que escriben su primer cuento y se ponen la palabra «escritor» como un sombrero. Como cuando éramos chicos y queríamos ser bomberos o presidentes de la república”.



Mempo Giardinelli: “La verdad literaria se produce cuando en los cuentos confluyen imaginación y sentimiento. Y esto es especialmente festejable en países como los nuestros, donde hay muchos cuentistas de talento pero donde también, admitámoslo, se publica demasiado cuento mediocre”.



Julio Cortázar: “Un cuento no es malo por el tema, porque en literatura no hay temas buenos ni temas malos, hay solamente un buen o un mal tratamiento del tema. Tampoco es malo porque los personajes carecen de interés, ya que hasta una piedra es interesante cuando de ella se ocupa Henry James o Franz Kafka. Un cuento es malo cuando se lo escribe sin esa tensión que debe manifestarse desde las primeras palabras o las primeras escenas”.
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Cristian Grosso: fútbol y anécdotas

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Futbolistas con historia(s) 1 y 2
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. . . En otro país, vaya y pase, pero a quienes viven en la Argentina y no sienten pasión por el fútbol debería quitárseles media ciudadanía. Tanto es así que ese deporte plástico y viril para algunos, violento y absurdo para otros, se ha ido ganando un lugar en la literatura de nuestro país. Basta con acordarse de cuando Bioy Casares y Borges obligaron al mítico inspector Bustos Domecq a ir tras el caso de la desaparición de los estadios de fútbol, o con revisar la producción fenomenal de Fontanarrosa, Sasturain y muchos otros. Si hasta Pacho O´Donnell, Liliana Heker y el "filósofo" Juan Pablo Feiman tuvieron su lugarcito en una célebre antología futbolera que Alfaguara lanzó allá por 1997.
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En esa línea, bordeando el mundo literario, el periodista Cristian Grosso, editor de la sección deportiva del diario La Nación, dio a conocer el segundo libro de su colección de anécdotas: Futbolistas con historia(s). En ellas se descubre que no todo es cuento y que muchas de las ficciones que nos deleitaron tienen su equivalente en la vida real, es decir, en las vivencias de futbolistas de carne y hueso.
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En esos dos tomos, publicados por Ediciones Al arco, uno se entera de que la primera lesión de Lionel Messi fue a los once meses de edad, con yeso incluido. O de que el Conejo Saviola, no mucho después de haber llegado como estrella al Barcelona, en España, acompañó a su primo a buscar trabajo en el club catalán; en esa circunstancia, la mujer encargada de la selección laboral miró al Conejito y, sin reconocerlo, le preguntó: “Y tú, chaval, ¿qué sabes hacer?”. Saviola sólo atinó a responder: “Gracias, señora, yo ya tengo trabajo”. Y qué decir de Juan Pablo Sorín, de quien uno descubre que es ávido lector de Cortázar, García Márquez, Benedetti y Galeano, además de los estadounidenses Raymond Carver y Charles Bukowski. ¡Pavada de volante de contención había en el seleccionado argentino!
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Para terminar, y para que no queden dudas de que la realidad siempre es material de ficción, vaya esta perla textual de entre las anécdotas recopiladas por Grosso: .

. . .Reinaldo Carlos Merlo había patrullado incansablemente la cancha y por eso el relator José María Muñoz lo había elegido como la figura del encuentro. Conmovido por el despliegue, el periodista lanzó su pregunta envuelta en una alegoría: «Pero, ¿cuántos pulmones tiene usted, Merlo?». La respuesta volvió enseguida, escueta y sin falsa modestia: «Nooooooo, Muñoz, nada raro. Tengo uno, como todo el mundo».”

. . . Como puede verse, fútbol, anécdotas y literatura forman parte de este material entretenido tanto para el apasionado hincha como para aquellos que siguen la jugada desde las páginas de un libro.
Agustín Gribodo

El más pintado... Osvaldo Soriano

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"Estar en la fila agitaba el corazón: ¿quedaría todavía una pelota de fútbol cuando llegáramos a la ventanilla? ¿O tendríamos que contentarnos con un camión de lata, acaso con la miniatura del coche de Fangio? Mirábamos con envidia a los chicos que se iban con una caja de los soldaditos de plomo del general San Martín: ¿se llevaban eso porque ya no habría otra cosa, o porque les gustaba jugar a la guerra? Yo rogaba por una pelota, de aquellas de tiento, que tenían cualquier forma menos redonda."

El fragmento pertenece a Aquel peronismo de juguete, texto incluido en Cuentos de los años felices, de Osvaldo Soriano. La obra pictórica (Muchachos nos dieron el subsidio) es de Emilio Reato, reconocido artista plástico de la zona del oeste bonaerense.
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La partida

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En cierto modo, la vida es una sucesión de puertos, un azar constante de barcos, un canje a perpetuidad de manos que se agitan. De nada sirve el puente levantado por una mirada.

Y aunque la rítmica visión de un saludo –como un gesto victorioso– se alce desde el muelle contra los barcos que parten, nada podrá vencer la distancia.

(El mar destroza cualquier intento.)


Agustín Gribodo
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El regreso

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Y después de la alegría y los abrazos, alguien –uno de nosotros, no importa quién– dirá que siempre se vuelve al punto de partida; lo dirá como si las cosas hubieran escapado a la mutabilidad en los días de ausencia; lo dirá como si se tratase de las mismas personas.

Agustín Gribodo
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¿Quiénes son los preferidos de los escritores?

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. . . En el año 2007 apareció en los quioscos de Buenos Aires un libro en edición rústica cuyo título nos eximía de cualquier consulta: Escritores preferidos de nuestros escritores. El compilador de los testimonios era el periodista, y también escritor, Orlando Romano, quien entre otras cosas nos decía en el prólogo:

"Cada vez que la faena periodística me acercó a los escritores que admiro, nunca dejé de preguntarles acerca de sus lecturas preferidas. Al final de cada entrevista me iba con cuatro o cinco títulos anotados en mi libreta. Títulos que no tardaba en buscar y en devorar.

"Con el correr del tiempo advertí que la inmensa mayoría de los libros que deleitaban (e incluso formaban) a los más notables escritores de nuestra tierra eran de autores argentinos. Autores, lo confieso, desconocidos para mí."

. . . El hecho de que alguien prefiera a los autores que escribieron en su idioma no debería resultar extraño. Desde nuestra infancia, las connotaciones de las palabras y los giros propios del habla son nuestra patria (en el estricto sentido de tierra de nuestros padres). Es la lengua materna la que nos forma; tanto es así que muchos autores que se fueron a otros países siguieron escribiendo en su lengua natal. Hay excepciones, como en todos los casos, pero la mayoría siguió construyendo su literatura desde su propia lengua. Incluso hubo autores empujados al exilio que, hundidos en la depresión, dejaron de escribir hasta su regreso.
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. . . Las palabras son evocativas, como el aroma del guiso que preparaba nuestra madre o nuestra abuela. Y eso es lo que somos porque de esas palabras estamos formados. Por eso mismo, a quienes deseen ser escritores, o al menos dar forma a esos escritos íntimos que esconden en algún cuaderno, el mejor consejo para pulir sus incipientes obras es que indaguen en los autores de su lengua; que descubran cómo ellos describieron, cómo narraron, cómo redescubrieron los significados con nuevas metáforas, cómo resolvieron situaciones imposibles de contar..., en fin, como reinventaron esta lengua que nos toca reinventar a nosotros.
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. . . Una excelente guía se encuentra en un libro de la colección Desde la Gente, compilado por Orlando Romano y cuyo título, Escritores preferidos de nuestros escritores, nos exime de toda consulta.

Agustín Gribodo

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Tertulia

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Jorge Boccanera: “El que se crea que llegó, se equivocó de ruta. Lo que veo es que algunos jóvenes tienen muy divorciada la escritura de la experiencia vital, y la poesía también se escribe con el cuerpo. No sé qué puede resultar de la vida en blanco frente a la hoja en blanco”.



Ernesto Sabato: “No hay temas grandes y temas insignificantes: hay escritores grandes y escritores insignificantes”.



Silvia Plager: “Amaba los libros que sólo se pueden leer apoyados, y los de bolsillo, que palpitan en la palma como un corazón suplementario. Y amaba sus olores: con frecuencia los acercaba a la nariz como lo hace el vicioso con una prenda íntima”.



Mario Vargas Llosa: “La verdad real es una cosa y la verdad literaria otra, y no hay nada tan difícil como querer que ambas coincidan”.



Jorge Luis Borges: “Yo comencé, como todos los escritores, siendo barroco. Eso es una forma de timidez. Comencé siendo sorprendente y genio. En el presente sé que no lo soy. Yo quería ser Quevedo o sir Thomas Browne o Leopoldo Lugones y tantos otros... En el presente, yo me resigno a ser Borges. ¿Qué otra cosa puedo hacer?”
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El más pintado... Homenaje a Cortázar

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"¿Qué más quiere, qué más quiere? Átelo pronto a su muñeca, déjelo latir en libertad, imítelo anhelante. El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus rubíes. Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa."
Un 12 de febrero, hace 25 años, Julio Cortázar moría de leucemia y era enterrado en el cementerio de Montparnasse, en París. Hoy, esta ilustración de Huadi es un pequeño y sincero homenaje, uno más entre los que se suceden en el mundo, a quien nos dio una literatura ingeniosa y desacartonada. El texto pertenece a Instrucciones para dar cuerda al reloj.
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La novela según...

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Mario Benedetti: “Desde sus orígenes, la novela quiere parecerse a la vida, quiere ser vida por sus cuatro costados”.



Mario Vargas Llosa: “Cuando escribía «La ciudad y los perros», un personaje, el teniente Gamboa, concebido como uno de los más odiables del libro, resultó ser de los más simpáticos. Comprobé otra vez que una cosa es la novela proyectada y otra la novela realizada”.



Mariano Sánchez Soler: “Cada diálogo cuenta una historia, y muchos personajes que desfilan por la novela negra se muestran a sí mismos a través de sus palabras. El diálogo es un vehículo para mostrar su psicología y sus fantasmas. Un ejemplo clásico: Marlowe, en «El sueño eterno», se disculpa ante la secretaria de Brody, a la que ha golpeado:
–¿Le he hecho daño en la cabeza? –pregunta el detective.
–Usted y todos los hombres con los que me he tropezado –contesta la mujer.”
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El más pintado... Jacobo Fijman

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Soy una alforja
de lluvias.
Mi corazón regó en las primaveras
sementeras de espacio;
por ello mi cabeza
es una gorra remendada y parda
(genialidad)
o un gabán roído,
pues he amado.
El pienso de mis días
desparramé en las sendas;
rompí todas las tejas
de los pesebres
humanos.
De mal en peor
tildaron mi locura;
merma mi audacia,
enflaquecen mis manos dadivosas
como las muelas viejas.
¡El gabán de mi ser se va pudriendo!
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Jacobo Fijman nació en Besarabia, Rusia, hoy Rumania, en 1898, y falleció en 1970 en el Hospital Borda de Buenos Aires, donde permaneció por casi 20 años. Tenía, al momento de su muerte, tres libros publicados, un cuaderno con dibujos de su autoría y una pobreza absoluta.

Este poema (Gabán) pertenece a su primer libro (Molino rojo). La ilustración (Lápiz óptico) es del joven y talentoso Agustín Riccardi.
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Si querés saber más sobre Jacobo Fijman, cliqueá aquí.
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Woody Allen y la originalidad de Wernicke

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por Agustín Gribodo

.. . . Con La rosa púrpura de El Cairo, Woody Allen tiró por la borda las diferencias entre realidad y ficción. Hagamos memoria: Mia Farrow interpretaba a Cecilia, la tímida e ingenua camarera de una cafetería de Nueva Jersey. Por su parte, Jeff Daniels representaba al apuesto arqueólogo Tom Baxter, personaje principal de un viejo largometraje cuyo título era, precisamente, La rosa púrpura de El Cairo.
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Sin abundar en detalles, más o menos ocurría lo siguiente: la desdichada Cristina ahogaba sus penas en un cine de Nueva Jersey viendo una y otra vez La rosa púrpura de El Cairo. Tanta era la admiración que la pobre camarera sentía por el actor que encarnaba al arqueólogo que, literalmente, éste terminaba saliendo de la pantalla y se relacionaba con su admiradora.
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Woody Allen sintetizó el asunto en una frase: “Los seres de ficción quieren tener una vida real y los seres reales una vida de ficción”. Una vez más ese genio caricaturesco y de nariz prominente nos demostró que, al menos en el séptimo arte, no hay idea que se le resista. Por muy difícil que parezca el desafío, ahí estará él para dejarnos su originalidad.
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Pero ¿hay algo original en el mundo del arte? Picasso le debe su concepción cubista a las máscaras africanas. Para revolucionar el tango, Piazzolla utilizó estructuras armónicas de la música clásica y del jazz. El teatro moderno, por citar otro caso, tiene mucho que agradecerle al histrionismo de los juglares de la Edad Media.
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Entonces, si nada es original, ¿a quién debería pagar tributo Woody Allen por eso de que un actor salte de la pantalla a la platea para relacionarse con una espectadora? Cinematográficamente hablando, no lo sé; aunque literariamente...
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En 1940, casi medio siglo antes del estreno de La rosa púrpura de El Cairo (1985), Enrique Wernicke publicó el libro Función y muerte en el cine ABC. En ese cuento largo, Chaplín (así nomás, con acento) sufre un accidente: en una de sus películas la grúa del puerto levanta la carga antes de que estuviese bien asegurada. Las consecuencias son escalofriantes: el fardo se desprende del guinche y cae sobre la pequeña humanidad de Carlitos. Ante el infortunio, los espectadores sacan de la pantalla al despatarrado hombre de bigotito y bombín y lo arrastran hasta el pasillo del cine, donde tratan de reanimarlo.
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Por respeto a quien alguna vez quisiera leerla, no voy a develar las instancias finales de la historia. Quien quiera estar al tanto deberá conseguir los Cuentos completos de Wernicke, editados por Colihue en el año 2001. Y en tren de sugerir, del mismo autor se pueden encontrar en alguna biblioteca El agua y La ribera, dos de las mejores novelas argentinas que se hayan escrito, hoy olvidadas y no reeditadas por esas cosas del mercado y la estupidez.
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De todas maneras, no creo que Woody Allen tenga o haya tenido noticias de la existencia de Wernicke y de la historia en la que Carlitos Chaplín es sacado de la pantalla por un grupo de espectadores consternados... Aunque, quién sabe. Al fin y al cabo nada es original en el mundo del arte.
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La escritura según...

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Horacio Quiroga: “No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino”.



Roberto Fontanarrosa: “Yo llego a escribir de fútbol porque me gusta el fútbol, no porque me guste la literatura –que me gusta–. Pero me gusta mucho más el fútbol. Entonces, el entusiasmo a mí me parte del fútbol y llego a la literatura. No al revés”.



Gabriel García Márquez: “Somos los escritores, y no los gramáticos y lingüistas, quienes tenemos el oficio feliz de enfrentarnos y embarrarnos con el lenguaje todos los días de nuestras vidas. Somos los que sufrimos con sus camisas de fuerza y cinturones de castidad. A veces nos asfixiamos y nos salimos por la tangente con algo que parece arbitrario, o apelamos a la sabiduría callejera”.



Joaquín Giannuzzi: “El acto de escribir, aunque el resultado artístico no sea óptimo, siempre conlleva una voluntad de belleza, de perfección y de búsqueda de la palabra. Hay vocaciones y después viene la aptitud. Porque puede haber una gran vocación literaria y no existir la aptitud, como en cualquier arte, como en cualquier manifestación humana”.
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El más pintado... Roberto Arlt

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"Porque todos los legítimos esposos de las planchadoras usan camisetas caladas. Y no trabajan. Cierto es que buscan trabajo. Y que ellas se acostumbran a que él trabaje en el trabajo de buscar trabajo..."

Las palabras pertenecen al aguafuerte El hombre de la camiseta calada, de Roberto Arlt. La pintura, para la ocasión, es del artista Justo Antonio Sanz.
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