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por Agustín Gribodo
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.....Primero fue la plancha de barro. Después aparecieron el rollo de papiro y el pergamino hecho con pieles de animales. Por último, se creó el códice, un sándwich de madera con páginas manuscritas en su interior, variante que en realidad fue la más próxima al libro hasta la aparición de la Biblia de Johann Gutenberg, acontecimiento que marcó el inicio de la modernidad.
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.....No son pocos los que consideran que la imprenta y el libro fueron los puntos de partida para la democratización de la cultura. Pero ¿era eso lo que se buscaba? ¿Se puede pensar que Gutenberg persiguió como fin la igualdad de los hombres ante la palabra impresa? Dejando de lado a los románticos de siempre, vamos a ser honestos y decir que se trató simplemente de un emprendimiento comercial. En todo caso podría aceptarse que el efecto democratizador, más casual que buscado, se cristalizó con la posterior divulgación del conocimiento.
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.....Sin embargo, no todas fueron rosas. La consecuencia inmediata que trajo la aparición del libro fue el desempleo de miles de copistas al servicio de la Iglesia, institución en la que residía el poder y la autoridad de censura. No hay que olvidar que en las abadías y los monasterios se custodiaban con celo oscurantista los logros del intelecto humano. En fin, el progreso siempre tiene su contrapartida; si no, que les pregunten a los obreros que sucumbieron ante la robotización de las fábricas.
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.....Pero volviendo al asunto que nos interesa, si decimos que Gutenberg no soñaba con ser un benefactor de la humanidad es porque él sabía perfectamente que, con imprenta o sin ella, por aquellos siglos se estaba lejos de lograr una democratización de la cultura. El obstáculo principal era el escaso nivel de alfabetización. Muchos dirán con razón: “Bueno, hombre, pero eso ya quedó en la historia; gracias a la imprenta hoy casi todos sabemos leer y escribir”. Así es, sólo un necio podría negarlo. Aunque cabe preguntarse si realmente la cultura está democratizada. Y en todo caso, indagar acerca de si esa alfabetización extendida no es otra cosa que una fachada de cartón, como las que se ven en los estudios de cine.
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.....La cultura no se concibe sino a través de su pleno ejercicio. El primer rasgo cultural del hombre es el reconocimiento de su persona en relación con lo que lo rodea. El segundo, la elaboración del juicio que resulta de esa relación y, en consecuencia, el establecimiento de patrones de pensamiento y de conducta.
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.....El libre albedrío es imposible en una sociedad en donde la alienación mediática y la saturación informativa condicionan nuestra capacidad de juzgar. Que no nos confundan: para acceder a la cultura no basta con leer y escribir, hace falta algo más. No sea cuestión de que terminemos por creer que la Biblia y el calefón son la misma cosa.
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